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El Crimen de Pensar Libre: El Caso de Jesús Armas y la Cacería del Activismo en Venezuela

El 10 de diciembre de 2024, las calles de Caracas se tragaron a Jesús Armas.

No hubo allanamiento. No hubo orden judicial. Solo el abrupto silencio que sigue al cierre de las puertas de camionetas oscuras y la desaparición de un hombre activo, conocido en el ámbito académico y político. Jesús Armas, profesor universitario, defensor de derechos humanos y pieza clave en el equipo de campaña de María Corina Machado, fue secuestrado, víctima de un patrón que en Venezuela se ha vuelto aterradoramente rutinario: la desaparición forzada.

Su «delito» no fue un acto de violencia, sino el atreverse a pensar distinto, a organizar y a movilizar a quienes exigen un cambio político en el país.

Nueve Días de Oscuridad y Tortura

Durante nueve días, Jesús fue, oficialmente, un fantasma. Ni su familia, ni sus colegas, ni su equipo sabían su paradero. El régimen de Nicolás Maduro no ofreció explicaciones. Este silencio institucional es un arma más: prolonga la agonía de la incertidumbre y funciona como un mensaje de terror para el resto de la disidencia.

La verdad emergió el 19 de diciembre y fue brutal: Jesús Armas había sido torturado. Los métodos aplicados, según la información recabada, incluyeron la asfixia con bolsas plásticas, golpes sistemáticos e intensos interrogatorios. El objetivo no era encontrar un crimen, sino fabricarlo: forzarlo a declarar contra María Corina Machado y el movimiento de oposición.

Tras la tortura, fue recluido en El Helicoide, el centro de reclusión tristemente célebre por albergar a presos políticos y disidentes. Desde ese momento, su voz fue silenciada y su libertad se desvaneció tras los muros de la prisión.

Una Amenaza Electoral, No un Terrorista

Jesús Armas fue parte del “Comando Con VZLA”, la estructura de base que impulsó la campaña opositora de 2024. Su rol era fundamental: coordinaba los llamados “Comanditos”, documentaba irregularidades electorales y se enfrentaba con la verdad a lo que la oposición califica como el fraude y el andamiaje autoritario del madurismo.

Las acusaciones formales en su contra son vagas, etiquetas recurrentes y vacías: terrorismo, conspiración, traición a la patria. Son los mismos términos con los que el régimen intenta quebrar a quienes no se doblegan. Su detención se produce sin un juicio claro, sin pruebas contundentes y, lo que es peor, sin justicia a la vista.

Jesús Armas no está preso por un delito. Está preso por ser libre, por ser una amenaza electoral, por no tener miedo a ejercer la política en un sistema represivo. Su caso es un claro ejemplo de la criminalización de la disidencia y del uso del aparato de seguridad del Estado para dirimir el conflicto político.

El Eco de 1.700 Silencios

El caso de Armas no es un evento aislado. Es un fragmento de una realidad más grande y sombría. Actualmente, más de 1.700 venezolanos se encuentran tras las rejas por el «crimen de pensar distinto», por exigir elecciones libres y por alzar la voz contra un régimen que busca callar con represión lo que no puede ganar con votos.

Líderes de la oposición, defensores de derechos humanos y familiares han exigido la liberación inmediata de Jesús Armas y de todos los presos políticos. Su lucha, aunque silenciada en una celda, sigue viva en la exigencia de la sociedad civil:

Jesús Armas está hoy torturado, incomunicado y sin juicio.

Lo quieren silenciar, pero su lucha resuena en cada denuncia internacional. Pensar no puede ser un crimen. La exigencia de la sociedad civil es clara y urgente:

Los queremos vivos. Los queremos libres. Los queremos en paz.


#LosQueremosVivos. Si conoce o tiene información sobre casos de presos políticos, denuncie. No olvide.

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